Las brujas no son mujeres

Texto de Quimera Rosa publicado en el libro “Sexual Herria” de Itziar Ziga,

Ed. Txalaparta. 2011

 

Las brujas no son mujeres

Nunca he cambiado porque alguien me haya convencido de su buena y verdadera idea. Nunca he cambiado porque me haya convencido una buena y justa acción. Siempre he cambiado a base de hechizos, sean estos relaciones, teorías, prácticas, narraciones… Y justamente, de por sí, un hechizo desdibuja estas fronteras. Cambios que se me han presentado primero como brujería. Cada orgia un aquelarre. Cada saber y práctica nuevos, un hechizo. Cada miembra de la manada, una bruja…

Las brujas han existido y siguen existiendo. Las brujas eran, y son, las heréticas al orden hetero-patriarcal. Las brujas no son ni una fantasía de cuentos de hadas, ni la fantasía de cuentas de hados… Brujería es una palabra que nos han robado para reemplazarla por política. Y arte. Y ciencia. Y conocimiento… Una actividad diurna y normalizada, incapaz de subvertir este mismo orden.

La historia oficial (la narración consensuada) oscila entre la negación y la negación. La negación de que la caza de brujas haya sido la base del establecimiento de la sociedad occidental actual. Y la negación de que hayan sido brujas…

La primera niega que haya sido un proyecto de exterminio con fines muy claros: la eliminación voluntaria y organizada de las que manifestaban una oposición y una diferencia a la universalización de la norma entonces en expansión. Esta primera negación proviene del lado de los que defienden la norma actual desde su lado derecho.

La segunda niega que las brujas eran más que mujeres. Se niega, bajo el pretexto paternalista de defenderlas, que eran mujeres opuestas al orden hetero-patriarcal. Una postura victimizante que pretende transformar las brujas en mujeres “normales”, cuando eran mujeres que se definían precisamente en oposición a esta norma, cuando eran feministas. Por la misma ocasión, se minimiza la violencia del orden HeteroP, presentando la casa de brujas como un exceso ocasional de este orden y no como su característica estructural. Se abre la puerta a que este poder pueda ser otra cosa. Una negación que viene esta vez del lado izquierdo, que pretende que este poder ya no es el mismo y que las brujas, como tal, no existían. Negando así que puedan existir todavía.

La caza de brujas ha sido un exterminio de antagonistas y desertoras a la norma. Tenían prácticas sexuales opuestas a la heterosexualidad y vivían autónomas del patriarcado. Tenían modos de vida organizado en redes que combinaban la creación de zonas autónomas con el nomadismo y que se oponían a la herencia patriarcal y estatal de la tierra y de las riquezas. Tenían saberes situados y ordenes simbólicos propios que se oponían a la centralización del conocimiento y a la teología dogmatica. Trabajaban para ellas o no trabajaban y se oponían a la relación jerárquica feudal y matrimonial. La caza de brujas ha sido una guerra total (militar, ideológica, cultural, de género, sexual, territorial, económica) para conseguir la modernización (es decir la fase imperialista, totalitaria y estatal) del régimen heteroP. La caza de brujas ha sido ante todo una normalización planeada y sistemática.

La imagen folklórica que, hoy en día, se tiene de “la Bruja” es el reflejo de esta normalización. Una imagen que nos presenta una bruja sin brujería, una mujer que tenía más relación con la “naturaleza” por su propia naturaleza. Con esta visión esencialista, se niega que las brujas, de por su identidad elegida de heréticas, habían conseguido desarrollar de por sí solas sus conocimientos. Que habían obtenido estos conocimientos por medio de sus prácticas y no por medio de unas supuestas características innatas que les permitían entender mejor las plantas, el cuerpo, la tierra… Y se limita así, retrospectivamente, estos conocimientos a algunas pócimas de plantas y hechizos esotéricos sin efectos tangibles. Se opone la brujería a la técnica y ciencia “moderna”. Se mantiene la idea de que sus prácticas eran pre-lógicas, pre-científicas, cuando eran las que tenían el saber más amplio del momento.

Las brujas no tenían más conocimientos sobre la “naturaleza” sino sobre el “entorno”. Las brujas eran las más hi-tech del momento. Las brujas ya eran ciborgs. Manipulaban los signos, símbolos, objetos y cuerpos para transformar efectivamente el mundo, a base de leyes enunciadas y enunciados leídos, a base de narraciones constitutivas de nuevas realidades, a base del uso de la química y de sus posibilidades para alterar las capacidades mentales, a base de intervenciones sobre el cuerpo para alterar sus funciones, a base de prácticas sexuales capaces de generar identidades no normativas… Sus hechizos eran efectivos y hoy se encuentran catalogados bajo la categoría de arte, política, filosofía, técnica, ciencia, sexualidad…

La brujería era, y es, la manipulación y transformación efectiva del mundo a base de hechizos. Las brujas eran, y son, las heréticas al orden hetero-patriarcal. Y ni la represión, ni la asimilación las harán desaparecer, porque son las que efectivamente tienen la capacidad para cambiar el mundo. Necesitamos otra forma de política, y puede ser que esta forma no sea otra cosa que la brujería. Y el hechizo más efectivo para esto es reconocernos como brujas.